sábado, 6 de junio de 2020

Capítulo Cuatrocientos Cinco


Bitácora del punto final y el no saber


Tal vez y ya habla el cansancio por mí, pero mientras reviso textos, pensaba en la dinámica de los últimos días, junto con los dos últimos años; reiteraba en la cadena de los sentires y disentires. Y me surgen dudas de porqué nos cuesta poner puntos finales, no solo a los textos, sino en general a las distintas situaciones de la vida.  Hoy descubrí o más bien redescubrí que en la escritura también se revela parte de lo que somos y queremos. ¿Qué serían de las relaciones sin los puntos finales? ¿Cómo darse cuenta de que necesitamos poner un punto final?

Él me amo de tantas maneras, me cuido, me abrigo en los días fríos, no lograba entenderme, pero me contemplaba y había días en que lo intentaba. Me esperaba cuando me perdía y cuando perdía el tiempo. Comíamos juntos, caminamos juntos, hacía largos viajes solo para dejarme en casa, también hizo largos viajes inesperados para verme. Fui feliz en ese entonces.

Hizo que mi mundo se cuestione, que cambiara algunas de mis reglas e incluso me hizo notar la visión individual y los miedos que han primado en mi vida. Cada vez que me abrazaba parecía que el mundo era seguro, parecía que era invencible aun cuando el sacaba la parte más ingenua y sensible de mí. Me hacía sentir que no importa verse vulnerable cuando se ama porque es parte de hacerlo.

Parece que compartimos años, pero el tiempo siempre es relativo. Le dije adiós muchas veces, pero algo en mí no me lo permitía incluso cuando descubría contradicciones en sus historias del pasado, que lo lastimaban y que lo seguirán lastimando hasta que él decida curar. Recuerdo también que cuando nos distanciamos quise pensar que solo era un sueño, que ya pasará, que mañana sería otro día. Y cuando el dolor llega solo quiero pensar que todo pasó solo en mi imaginación y que la vida como pensaba antes de su llegada continua, quiero olvidar todo quiero borrar todo cada palabra cada acción quiero que todo se lo lleve el viento, sin embargo, cuando recupero la calma siento que sin esa parte de la vida perdería el sentido.

Aunque la tormenta no se vio venir desde el primer día, creo que hemos hecho que las cosas que nos separan se fortalezca. Ahora forzar al destino me parece una pérdida de tiempo. Cada día pienso en qué es lo que nos unió. Me pregunto si algún día podrás cumplir tus promesas que no olvido y quizás no olvidare porque si hay algo para lo que funciona mi memoria es para recordar las cosas que se dijeron y se quedaron en el aire.

Aún no sé qué me hizo aferrarme, que me hace que aun escribiendo palabras de adiós sienta ganas de permanecer abrazada a ti, mientras una tormenta se desata en mis ojos. Es normal que duela el pecho y que broten gotas de agua de mis ojos. Como conozco mi caos, sé que tomará tiempo el retornar y el hacer que en ese proceso nazcan cosas nuevas por ahora me permitiré sentir, no recordaba el dolor que llevan consigo las despedidas.


-Einor

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